Hoy voy a tratar un tema controvertido, la utilidad (o no) de los talleres literarios, que tanto han proliferado en los últimos años, y lo he relacionado con mi último artículo sobre la creatividad literaria. He visto reseñas furibundas en su contra, así como a evidentes defensores, que son todos lo que se dedican a construirlos e impartirlos, por regla general. En esta tesitura, intentaré ser imparcial y sobre todo decir lo que pienso al respecto, sin guardarme ningún as en la manga.
Precisamente porque a la larga yo quiero montar algún tipo de taller de escritura, no puedo estar totalmente en contra, pero tampoco necesariamente a favor según qué funciones cumpla y cómo se venda, cómo se publicite a la gente.
Tipos de talleres literarios y funciones que cumplen
Como es obvio, hay dos tipos fundamentales, según que la asistencia sea en directo o bien online, a través de la red. He asistido a algún curso en ambas modalidades. Y por supuesto, conozco la publicidad que se hace, sobre todo en relación a los talleres literarios online, de los que hay muchísimos por todas partes. También he dado algún curso en directo.
Siempre va a depender la utilidad para el asistente de la profesionalidad y de los conocimientos y capacidades de los profesores u organizadores. Esto es así, como en cualquier servicio que podamos imaginar, ya sea un taller de coches o un hotel. Si los que tienen que impartir estos talleres literarios andan con escasos conocimientos sobre lo que enseñan o simplemente no tienen la suficiente profesionalidad para ofrecer lo que ofrecen, los resultados no pueden ser muy estimulantes.
Conozco a través de los foros a personas que dicen que les han ido muy bien… y otras que dicen justamente lo contrario. Como es obvio, también depende de las expectativas, exactamente igual que si uno va a ver una película de la que se espera una maravilla cinematográfica y después sale defraudado porque no era lo que le habían contado o lo que había leído, etc.
Por tanto, como vamos viendo, hay factores para todos los gustos. En principio, otra dificultad consiste en juntar una serie de personas con un nivel parecido, a las que ofrecer unos conocimientos y práctica consecuente con ese nivel. Lógicamente, que si hay algunos que no saben apenas escribir y otros están ya por la novela de vanguardia, algo no ha estado bien organizado, puesto que esta situación tiene de todo menos sentido común.
Así pues, es necesario, puestos a organizar talleres literarios, ser conscientes de que hay que ofrecer un servicio con varios niveles, o en el peor de los casos, agrupar algunas personas con un nivel parecido, de lo contrario el fracaso puede estar más cerca o simplemente no cumpliremos con las expectativas previamente anunciadas.
Otra cosa que se me viene a la cabeza, de ahí el título del artículo. Relacionar la escritura creativa con los talleres literarios es cuando menos, osado. No hay una relación directa, y la mejor manera de comprobarlo es leerse detenidamente los guiones o planteamientos iniciales, los programas de esos cursos. Están orientados a la práctica de la escritura, pero poco tienen que ver con la expresión rigurosa de «escritura creativa».
Funciones de los talleres literarios
Se me ocurren varias, entre las que destacaré las siguientes:
Función de socialización: muchas personas que se apuntan a ellos no lo hacen por aprender mucho sobre técnicas literarias, sino más bien para socializar con otras personas. No me parece una función menor, al contrario… creo que es muy respetable.
Función de compartir las creaciones: otra función que no sería posible sin este tipo de espacios. El mero hecho de compartir es estimulante y genera una voluntad de progreso y de actividad orientada, que sin ellos no sería posible.
Función creadora: es la más obvia, la de generar relatos, textos, etc. que nos hagan mejorar poco a poco. Es la función más crítica, puesto que depende, como ya sugerí al principio, de las capacidades y la profesionalidad de los organizadores y profesores de los distintos cursos… y por tanto, es algo muy variable y casi aleatorio.
Función estimuladora: para estimular al alumno a seguir por un camino trazado de antemano y poder llegar a ciertos retos previstos. Ídcm de ídem con el párrafo anterior. Debería ser una de las funciones más importantes, pero siempre dependerá de dónde hayas ido a caer.
Función práctica: para hacer constantemente ejercicios prácticos y no quedarse en la mera teoría. Uno de los más importantes signos de la pedagogía de nuestro tiempo es integrar los aspectos prácticos de cualquier conocimiento con los aspectos teóricos, que en principio deben ser mínimos, para no agobiar al alumno con algo que no pueda aplicar inmediatamente. Desgraciadamente, no siempre es así, sigue teniendo la teoría amplio prestigio en detrimento de la práctica. Esto es así porque muchos de los profesionales que imparten este tipo de conocimientos procede de la universidad (española), que como sabemos no es un dechado de integración teórico-práctica.
Función de guía: el profesor debería ser una guía y no un un componente dogmático de este tipo de talleres literarios. Otra cuestión que no siempre se cumple. El profesorado tiene que guiar las capacidades e inteligencias de sus alumnos en orden a obtener unas metas precisas, nunca para insertar como un chip conocimientos de pura teoría, esto último es antipedagógico y además se sabe ya desde hace mucho tiempo. Es decir, y para resumirlo en pocas palabras: los talleres literarios deberían estar puestos al servicio de la creatividad y no al revés.
Función de práctica terapéutica: Esta función, tan social y natural, al servicio del crecimiento personal de la gente, es sistemáticamente olvidada en los talleres literarios convencionales, de manera que solo la podremos encontrar en talleres alternativos, en donde sea apreciada y promovida, para que el alumno aprenda a descubrirse a sí mismo a través de la escritura, en vez de pensar que está aprendiendo algo de carácter técnico y nada más.
Bien, dicho todo esto, creo que se aprecian claramente los aspectos más positivos y también los menos positivos, puesto que hay de todo. Espero que haya servido para aclarar un poco este mundo tan diverso de los talleres literarios, al menos según mi particular opinión, que no tiene por qué coincidir con la de todo el mundo, faltaría más.
Foto de Aupex Extremadura, de Flickr.
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Totalmente de acuerdo con tus conceptos sobre «Talleres Literarios y escritura creativa».
Hace seis años que coordino el Taller Literario «ABREPALABRA» en Biblioteca Martín del Barco Centenera de la Ciudad de Buenos Aires. He comprobado como, año tras año, mis «alumnos-colegas» han ido progresando y descubriendo cada uno su propia voz.
Un abrazo y gracias por tus artículos.
Mª de la Fe
– Psicóloga, escritora y poeta-
Felicidades a tus alumnos y a su profesora, claro está.
Gracias a ti por comentar, Mª de la Fe.
Un abrazo
Yo sí creo que todo escritor debe pasar por algún taller de escritura (por más de uno, en realidad), como los músicos pasan por el Conservatorio y los pintores estudian Bellas Artes. No me creo que todos esos escritores famosos que publican y tienen tanto éxito no lo hayan hecho. Lo que no entiendo es por qué a muchos de ellos les da vergüenza reconocerlo.
Yo estoy estudiando un itinerario de novela en Escuela de Escritores que es extraordinario y me está enseñando muchísimo. Ahora bien, también he realizado un curso de novela policíaca en otra escuela (bastante famosa) que tendré la cortesía de no mencionar, que fue un auténtico timo. Y algo parecido me ocurrió con otro taller que realicé, esta vez de ciencia ficción en otra escuela de las que pululan por Internet.
A pesar de esos dos trompicones, sigo aconsejando a todo aquel que quiera escribir en serio que aprenda el oficio y, para ello, tiene que ir al «colegio». Incluso de los malos talleres se aprende. Ese timo de taller sobre novela policíaca me enseñó lo que no quiero que sea el que yo imparto ahora en una escuela de escritores en Internet.
Excelente entrada. Felicidades y un saludo 🙂
Pues sí, Ana, hay de todo, como en botica. Y lo sé por los testimonios que he recibido de mucha gente. Pero tienes razón, de todo se aprende y nunca que hay que desaprovechar las experiencias negativas para «convertirlas» en positivas.
Gracias por comentar y pasarte por aquí.
Un abrazo
Ya está enlazado este artículo en la entrada que publicaré en mi blog el próximo 18 de mayo 🙂