Dar una definición de novela negra es inútil. Ha sido y sigue siendo un género tan trabajado y experimentado que cualquier intento de acotación se quedará siempre corto. La novela negra actual sería el asentamiento más o menos provisional de un largo proceso que nació a finales del siglo XVIII.
Ese rastro nos conduciría desde Los asesinatos de la calle Morgue (1841), de Edgar Allan Poe, hasta la novela negra actual, siguiendo una estela que nos llevará por un itinerario no siempre claro y preciso, y que reflejará indefectiblemente los cambios sociales que se han producido en los dos siglos precedentes. Y también —claro está— los cambios estéticos y estilísticos que han ido jalonando ese camino, hasta llegar a la novela que se hace hoy en día, en todo el mundo, la novela negra reciente.
Los precedentes de la novela policial
El Siglo de las Luces, la Ilustración, la Razón. Ya en 1794, Ann Radcliffe escribe Los misterios de Udolfo, una novela gótica, pero que ya contiene un germen de la novela de misterio o de la novela enigma. La autora propone un misterio y proporciona al lector las claves para descifrarlo mediante el raciocinio.
Es un juego lógico y así comienza todo. Revolución industrial, hacinamiento en ciudades insalubres, pobreza… delincuencia, crimen. Sin embargo, la ilusión del Progreso en marcha, de la Ciencia por encima de la religión, de la Razón sobre el irracionalismo (sobre el Romanticismo, por ejemplo), acaban por imponerse como el modelo burgués cotidiano, en que unos simples criminales no van a interferir con sus cómodas vidas.
De ahí al asentamiento de la novela ligera de detectives solo hay un paso. Allan Poe es su iniciador, con su investigador Auguste Dupin, que deja atrás los relatos góticos, terroríficos, sobrenaturales, del propio autor, y comienza a especular de un modo completamente racional, exacto, científico, lógico. La imitación no tardará en producirse y es a finales del siglo XIX cuando el género se asienta definitivamente con los relatos de Conan Doyle y su detective Sherlock Holmes. El proceso se ha completado: es el modelo, el paradigma perfecto de la observación, la deducción, la razón que ordena el caos. No lo olvidemos, se trata del Progreso, cuya filosofía propia es el Positivismo de Augusto Comte, donde todo lo que no sea racional es criticado, degradado y olvidado.
Se creará, a partir de entonces, la novela clásica policial, de raigambre británica, cuando todavía el Imperio Británico domina el mundo, la cultura, los modelos canónicos sobre los que debe asentarse la concepción del universo entero. Los presupuestos son el progreso indefinido, la explotación racional de los recursos de la tierra, las grandes obras de ingeniería, la lucha siempre triunfante del bien sobre el mal (siempre representada por el fracaso de aquellos que no obedecen las leyes del imperio), lo cual nos conduce directamente a Agatha Christie y su legión de imitadores.
Novela negra actual: un resultado inesperado
Si embargo, el género se esclerotiza, porque el mundo está cambiando, y los autores que lo cultivan no lo reflejan. A partir de los años 20, en Norteamérica, surgen los primeros escritores que contestan los presupuestos éticos y estéticos sobre los que se basa la novela policial clásica.
La semilla de la novela negra actual se planta en esos momentos, para una cosecha que se recogerá a finales del siglo XX. La ley seca en Estados Unidos lleva a un desarrollo de las mafias criminales sin igual, con toda la corrupción asociada a ellas. La policía ya no es una garantía para los ciudadanos, que ven cómo los propios policías —y hasta los alcaldes y los jueces— no se libran de los sobornos. La frontera entre el bien y el mal se ha difuminado por completo.
En esas circunstancias, todo el sistema moral precedente se viene abajo, no ya solo porque la aristocracia y las clases altas han quedado relegadas a un segundo término (en beneficio de las amplias capas medias), sino porque el consumo comienza a dictar sus leyes inexorables. Y el consumo alcanza también a la literatura.
El público, frente a una realidad poco fiable y poco estable, se quiere alimentar de evasión… pero esa evasión ya no puede venir por los convencionalismos de una novela amable, divertida y maniquea, el público quiere realismo… y los autores de novela policial comienzan a despreciar a los autores del género clásico, y pretenden hacer a sus héroes más humanos, menos mecánicos y racionales, más pegados a la realidad cotidiana. Un escritor de aquel tiempo lo definió así: el escenario ya no era el jarrón chino sino el callejón.
La policía, o el juez, o el alcalde, incluso el senador, ya no es garantía de nada. Todo el sistema está subvertido, mucho más con la terrible crisis económica del 29. Se difuminan las líneas que separan lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, lo moral de lo inmoral… y los nuevos detectives son también corruptibles, o simplemente siguen sus ambiciones personales, el héroe se convierte en antihéroe, lo cual no será solo una característica de la nueva novela negra actual (para aquel tiempo), sino que también es extensible a toda la novela, de cualquier género. ¿Qué está más alejado de un héroe que los personajes de Kafka?
Así pues, el detective moderno sigue su propia codicia, sus propias normas, puede ser un tipo apático, sin moral definida, pero se ha vuelto humano, real, frente al héroe mecánico y racional de la novela policial tradicional. Se impondrá un modelo de violencia, de maneras bruscas, de acción vertiginosa, de realismo literario que conducirá a frases breves, diálogos incisivos, estructura caótica.
No hace falta repetir la anécdota de cuando los guionistas de «El sueño eterno» le preguntaron a su autor quién había matado a un cierto personaje, y él (Raymond Chandler) contestó: no tengo ni idea. Lo que quería decir es que eso le importaba poco, ya no era el gran juego lógico y racional que había sido. La nueva novela negra actual se fundamentaba en otros presupuestos: la acción más que la intriga, el desdibujamiento ético más que la persecución del criminal, el realismo cotidiano frente al idealismo racional e ilustrado de sus precedentes, etc.
Pero aún habrá, para llegar plenamente a la novela negra actual, una última vuelta de tuerca, que se produce hacia finales de los años 70. Un nuevo paradigma aparece en el universo cultural, el postmodernismo, que se basa en abandonar para siempre la ilusión de progreso racional, la ilusión de que la ciencia nos conduce a un paraíso terrenal, debido a los acontecimientos que se van produciendo: el exterminio racional y productivo de colectivos enteros (armenios, judíos, cosacos, ucranianos, kurdos, todo tipo de minorías…), el deterioro grave del planeta en cuanto a sus recursos naturales, las guerras más feroces y destructivas que nunca, las armas nucleares prediciendo un futuro devastador, etc…
Aparte de lo anterior, la novela negra (y también la policial) llegó a un grado extremo de baja calidad, de producción en masa cuya mayor parte era literalmente basura literaria, repetición incansable de los mismos tópicos y de la misma forma de narrar. La novela negra actual, la de los últimos decenios, se fundamenta en la libertad creativa, huyendo de las elaboraciones intelectuales y de los juegos de ingenio, pero también de los estereotipos gastados. Un especialista francés del género ha llegado a decir que la novela negra actual ha reaccionado con fuerza frente al tradicional éxito de la razón y de la lógica haciendo precisamente todo lo contrario, elevando el fracaso a categoría y conduciendo al héroe a convertirse en la víctima. Ha sido un largo proceso… de nada menos que dos siglos largos.
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Disfruté traduciendo Golpe a la Virreina de Carlos Quílez y Andreu Martí. He recordado ese momento leyendo este artículo. Nada es opaco si alguien nos lo transcribe de forma locuaz e inteligente. Negro el café, el chocolate y la novela…Tan negra y mágica como la noche.
Me alegra que seas traductora de novela negra, Montse. Andreu Martí es uno de los buenos autores españoles del género.
Un abrazo
Extraordinario, extraordinario, extraordinario artículo, José.
Éste lo voy a enlazar en la entrada sobre los tipos de novela policíaca que publiqué hace poco.
Y, como soy de la casa (¿no)?, me voy a permitir la licencia, ya que estoy entre esa «legión de imitadores» de Agatha Christie, 😉 de dejarles a tus lectores un enlace a mi primer librito de relatos detectivescos de Carter & West, por si quieren leer a una escritora española metiéndose en las venas de la gran Agatha 😉
Un fuerte abrazo.
Gracias, Ana. Por supuesto, eres de la casa, no lo dudes. Además eres cultivadora del género sobre el que he hablado en este artículo, cuya evolución es apasionante para mí… por eso me decidí a hacerlo.
Un abrazo
Buenos días José.
Muy interesante tu artículo relativo a novela negra y su evolución a lo largo del tiempo. Desde mi punto de vista, la evolución lógica de este tipo de ficción literaria, tiende a hacer de ese villano el protagonista de la trama, más allá del héroe, personaje demasiado visto ya por el lector. Ahora éste quiere vivir esa otra perspectiva: la del asesino. La oscuridad, las preguntas sin respuesta, la búsqueda continua del ser humano de estas respuestas, del motivo de su existencia en sí misma, hace evolucionar el género, en mi opinión, hacia la escritura desde la experiencia del criminal y no del héroe. Sin duda alguna eso sería atrayente para el lector, demasiado acostumbrado a hacer de detective o policía y al que se le ha privado hasta ahora de poder ver el mundo a través de los ojos de un asesino. La lectura se haría más apasionante, envuelta en una inusual negrura. Un abrazo y gracias por tus artículos, siempre excelentes. Aída.
Efectivamente, Aída, ese es uno de los aspectos del cambio producido a lo largo de todo este tiempo, pero no tuve más espacio para desarrollarlo adecuadamente. Gracias por tu acertada observación.
Un abrazo