Los finales en narrativa representan la culminación de la historia, el desenlace del conflicto o conflictos planteados a lo largo del relato. La pregunta es: ¿hay algún final que pueda considerarse el perfecto para mi historia? La respuesta no es sencilla, porque obviamente depende de algunos factores distintos. Vamos a tratar de analizar brevemente unos pocos que surgen a primera vista.
En primer lugar, se dice que cada historia necesita un final, que solo hay un final adecuado. Esto sería convertir los finales en narrativa en una especie de mecanismos de relojería exactos. Es decir, finales sin alternativa alguna. Esto no es así, siempre hay alternativas. Sucede en la vida real y mucho más en la ficción. No estamos obligados por leyes mágicas.
En segundo lugar, siempre nos vamos a dirigir a un público determinado. Todo escritor sueña con millones de lectores, pero en la actualidad el público lector busca textos concretos para satisfacer su afición lectora: un determinado género, estilo, personaje, saga, etc.
En fin, podríamos ir desmenuzando factores adyacentes, pero sería muy largo de exponer. Vamos a fijarnos más bien en cómo imaginar los finales en narrativa y en qué tipos de desenlaces pueden darse.
Formas de abordar los finales en narrativa
Los desenlaces serían la serie de acontecimientos que siguen al clímax, al punto de máxima tensión. Los autores tienen que idear la forma de poner fin a la historia. Para ello utilizan diversidad de técnicas.
Hay que tener en cuenta que desenlace significa «deshacer el lazo». El nudo del clímax hay que desenredarlo, se trata de la culminación de la obra. Da igual si es una obra teatral, narrativa o cinematográfica. Lo básico es que hay que satisfacer la curiosidad o interés del lector o espectador.
Los finales en narrativa tienen un cierto componente psicológico. Quizás sea la parte que el lector recuerde más, por el impacto mental que pueda tener. Un final anodino no es lo más conveniente para culminar una trama. Por eso es tan importante, y los autores lo saben.
En general, puede decirse que hay dos grandes clases de finales: los abiertos y los cerrados. Los primeros permiten que el lector imagine posibles continuaciones. Los segundos cierran la narración y la dan por acabada. Estos últimos son los tradicionales en la historia de la literatura.
Por lo demás, hay que llevar cuidado con la técnica (errónea hoy día) que solían utilizar los autores clásicos de las tragedias griegas. Utilizaban en ocasiones un mecanismo para poner fin a la obra. Hacían descender de los cielos un dios (como un personaje más) que dictaba el final para el resto de actuantes. Esta técnica ha quedado fijada en la expresión «deus ex machina». Aunque procede del teatro, también se ha utilizado en ocasiones para los finales en narrativa. Por supuesto, ya no con un dios, pero sí con algún elemento artificial e impropio para los conflictos planteados. Es decir, a veces se fuerza el desenlace con algo que ni siquiera ha tenido protagonismo en el relato.
Tipos de finales alternativos
Los finales en narrativa pueden agruparse en distintos tipos según su naturaleza. Vamos a citar unos cuantos. De esta forma podremos tenerlos presentes a la hora de terminar nuestras historias.
1) Finales felices: personajes satisfechos con la resolución de sus problemas.
2) Finales tristes: personajes poco o nada satisfechos con el desenlace.
3) Finales trágicos: el desenlace lleva a la muerte o a la desgracias de uno o varios protagonistas.
4) Finales previsibles: termina el relato de la manera más lógica en relación a la historia. Es poco recomendable.
5) Finales sorpresivos: el autor imagina un giro de última hora para sorprender al lector. Sin embargo, hay que tener cuidado para que este tipo de finales en narrativa no se vean forzados.
6) Finales inversos: el protagonista adopta en el desenlace una actitud completamente contraria a la inicial.
7) Finales promisorios: el desenlace es sugerente para el lector, promete continuaciones satisfactorias para los protagonistas.
8) Finales problemáticos: los problemas a los que se han enfrentado los personajes quedan sin resolver (o resueltos solo a medias).
9) Finales dilemáticos: los problemas admiten varias soluciones posibles, a veces dos caminos opuestos. También en este caso la imaginación del lector hace el resto.
Conclusiones
Así pues, los finales en narrativa son importantes. Seguramente si el desenlace defrauda al lector, el resto de la trama quedará desvalorizado. Incluso hay autores que construyen primero el final. El resto de la novela, por ejemplo, lo adecúan a ese final concreto.
Hay que añadir al texto del artículo que hasta no hace mucho el desenlace tenía que ser «moral», es decir, adecuado a la moral de la época, con premio para los «buenos» personajes y castigo para los «malos». En los dos últimos siglos esta apreciación ha cambiado bastante.
En cualquier caso, los finales en narrativa no deben ser previsibles, monótonos, largos y pesados, sin interés, mal escritos, desvinculados de la intriga previa, aislados del resto de la acción, etc… Y hay que procurar que sean lo más impredecibles y satisfactorios para el lector. Para ello hay que estudiar cuál es nuestro lector objetivo y cuáles son sus motivaciones.
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Buenas noches, José:
Decir que el artículo es esclarecedor y me congratula comunicar que afortunadamente, en mi caso, llueve sobre mojado. Me confieso ser de esos autores que se anticipan escribiendo el final primero, aunque realmente empecé por el que es ahora el séptimo capítulo y posteriormente, redacté el final. Como es obvio, tanto uno como otro no eran más que bosquejos y como tales , aún continuaban siendo objeto de «mejora» para sacarle todavía más partido enriqueciéndolos, ganando igualmente en calidad. Eran simples esqueletos a los que había que añadir musculatura y, con ello, todo lo demás.
Tan sólo puedo revelar que se enmarcaría el final entre los sorpresivos, tendentes a dilemáticos, ya que en mi obra nada es lo que parece. Tengamos en cuenta que el universo o mejor dicho, el submundo que representa el espionaje siempre o casi siempre es ambiguo, sombrío, con lo que no encajaría darle un final determinista o cerrado. Como en matemáticas, me he decantado recurrir al «intervalo abierto» o, si se prefiere, un «sistema de ecuaciones indeterminado» y así permitirle al lector que se imagine lo que sigue, y más después de haberle estado todo el tiempo «guiando» por un camino que no era el verdadero.
Además, tu libro acerca de las ‘Técnicas Narrativas Modernas’ (que, por cierto, estoy inmersa en él) representa una guía imprescindible para sacarle todavía más rédito a la trama en la cual me hallo trabajando.
Siento haber sido tan prolija, pero es que cuando me pongo a hablar de mi libro (ya lo cuento como un hecho) casi siempre acabo explayándome más de la cuenta….
Bueno, un cordial saludo y gracias por estos consejos.
Hola, Anastasia…
Me alegro mucho de que te estén ayudando tanto los artículos como el manual. Todo lo que dices me parece muy interesante, se nota que estás volcada en tu novela… y eso es imprescindible para que el resultado final sea apreciable.
Saludos cordialees
Hola de nuevo, José:
Gracias, muchas gracias. Trataré de continuar en la misma línea o líneas; eso no va sólo de esposas…
Un cordial saludo.
Espías no esposas. Este tipo de tergiversación me suele suceder cuando escribo con el teclado táctil y su swip.
Sí, suele suceder a menudo…
Saludos
Me gusta lo que nos cuentas pero no se si lo he dicho en otra ocasión que soy impaciente así que acabo como se me ocurre,me gustan los microrrelatos por lo mismo ¿Cual es la diferencia con una novela aparte de la extensión?
Hola, Conchita…
Hay un artículo sobre microrrelatos en el blog. La extensión dicta casi todas las diferencias con una novela. El abordaje de todos los puntos esenciales sobre la narrativa de ambos géneros es completamente distinta.
Saludos
Muy intructivo, refrascante y todo cuanto se puede opinar al respecto. Muchas gracias.